
Corría el año 1571. Los turcos estaban a punto de invadir Roma y la Cristiandad en Europa. Ya habían arrasado con las comunidades cristianas del norte de África, Medio Oriente y otras regiones. La situación para los cristianos era desesperante.
El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para defender el continente pero contó con muy poco apoyo, pero en mayo de 1571 se ratificó la alianza y la responsabilidad de defender al cristianismo recayó en Felipe II, rey de España, los venecianos y genoveses.
El ejército contaba con 20.000 buenos soldados, además de marineros. La flota tenía 101 galeones y otros barcos más pequeños.
San Pío V, miembro de la Orden de Santo Domingo, y consciente del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la Cristiandad que lo rezara y que hiciera ayuno, suplicándole a la Virgen su auxilio ante aquel peligro.
Poco antes del amanecer del 7 de Octubre la Liga Cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto. Al ver los turcos a los cristianos, fortalecieron sus tropas y salieron en orden de batalla. Los cristianos estaban en gran desventaja, pero poseían un arma insuperable: el Santo Rosario. En la bandera de la nave capitana ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.
Mientras tanto, miles de cristianos en todo el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen con el rosario en mano. La batalla duró desde las 6 de la mañana hasta la noche.
Al final vencieron las tropas cristianas, de una manera casi milagrosa. El Papa San Pio V y todos los cristianos sabían que el triunfo se lo debían a María, y al rezo del Santo Rosario. En gratitud perpetua a Dios por la victoria, el Papa Pio V instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, el primer domingo de Octubre. A las letanías de Nuestra Señora añadió «Auxilio de los cristianos».
En 1573, el Papa Gregorio XIII le cambió el nombre a la fiesta, por el de Nuestra Señora del Rosario. San Pío X la fijó en el 7 de Octubre.
Tomemos en nuestras manos el rosario y recemos esa cadena de padrenuestros y avemarías, hoy también, suplicando a la Santísima Virgen que nos defienda en las luchas de cada día como fieles discípulos de Jesús y cada 7 de octubre recordemos agradecidos a la Virgen del Rosario, que nunca abandone a sus hijos.
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